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“Pintura Ferrolana la Colección Armenio’s en el Centenario del Puerto”
    María Fidalgo Casares
    Doctora en Historia del Arte


Estos días los amantes del arte tenemos una deuda de gratitud con la Autoridad portuaria y con el coleccionista Armenio Pazos por brindarnos la ocasión única e irrepetible de disfrutar de un acontecimiento extraordinario en la Sala de Exposiciones de la Autoridad Portuaria: la exposición “Pintura ferrolana de la colección Armenio¨s”, una selección de más de 40 obras de pintores de calidad excepcional con el denominador común de su filiación ferrolana.
Podríamos decir sin ambages que estamos ante una de las colecciones más completas que hayan podido verse en la ciudad. Su visita es una auténtica lección de pintura que profanos y entendidos no deberían dejar pasar. Para los profanos, porque sería difícil mejorar la selección presentada, y para los entendidos y conocedores de la pintura de la ciudad, porque aparte de ser una gran selección pueden verse obras muy singulares que por su atipicidad dentro de la trayectoria de los pintores aquí representados presentan un más que notable interés.
El espacio se articula en dos salas, dedicándose la principal a los consagrados de la pintura ferrolana y la segunda a pintores menos reconocidos pero destacados en la ciudad y cronológicamente más cercanos en el tiempo.
Media decena de las obras de la colección podrían considerarse auténticas obras maestras, no de la pintura ferrolana o gallega, sino de la Historia del Arte español, y nos estamos refiriendo en concreto a las joyas de la exposición de Armenio´s : las tres obras del nunca suficientemente ponderado Sotomayor, el grande entre los grandes de la pintura gallega, y a los cuadros del mejor pintor romántico español Jenaro Pérez Villaamil. Lo más conocido de Pérez Villaamil son sus grabados y estampas de vistas de la España costumbrista y los óleos en pequeños formatos. Las obras de Villaamil que pueden verse en la exposición son cuatro, y entre ellas tenemos la oportunidad de ver un gran lienzo que es todo un compendio teórico de los pilares de la pintura romántica, carácter épico, magnificencia de la naturaleza con grandes cielos nubosos, decrépitas arquitecturas clásicas y el sentimiento romántico de la insignificancia del hombre ante los designios de la vida y el destino. Los tres óleos restantes de pequeño formato, pero no menos valiosos pictóricamente, comparten idénticas características del anterior, siendo alguno de ellos incluso de más calidad que el gran óleo y nos referimos especialmente a “ El jinete”.
Los tres sotomayores merecerían por si mismos una exposición. Los dos primeros presentan uno de los temas más recurrentes en el aristocrático pintor: un soberbio retrato aldeano masculino con resabios de la mejor escuela barroca española y un abocetado estudio fisonómico de paisanos galaicos, con la particularidad de que en el retrato aldeano el artista juega con la urdimbre del tablex para conferir a la obra toscas calidades en consonancia con el tema elegido. Ambos lienzos confiman, como tantos de sus bellísimos óleos de tema costumbrista, el papel indiscutible de Sotomayor como padre de la hoy llamada pintura identitaria gallega.
Pero el más destacable, y más atípico dentro de la trayectoria del ferrolano es un espectacular retrato de dos enfermeras, procedente posiblemente de una colección chilena. Es atípico tanto por el tema como por la elección de la gama cromática, ya que aquí se decanta por frías gamas de grises y blancos apenas salpicada por algún destello rojizo y dorado en los líquidos del espléndido bodegón de los envases y matraces del primer término. Esta elección de las gamas frías en él que era todo un maestro en las gamas cálidas se debe claramente a la temática, la enfermería y su contacto, en aquellos tiempos tan habitual, con la muerte. El predominio de las gamas frías se contrarresta con la sensualidad de los rosáceos de las carnaciones y las indumentarias blancas de las enfermeras que aportan un halo de esperanza a los sentimientos que transite el lienzo: vida- muerte, desesperación-esperanza. Las dos mujeres aparecen en su trabajo. La rubia se muestra absorta, preocupada, mientras que la directa mirada de la de oscuros cabellos hace sentirse un tanto incómodo al espectador que interrumpe una situación tan íntima. La composición en diagonal, la captación matérica de los objetos del primer término, el estudio espacial, el tratamiento de las fisonomías, la representación de las carnaciones, la luz que se filtra por una rendija… demuestran en su plenitud las extraordinarias calidades de un pintor que para muchos críticos sólo podría superar Velázquez.
De los pintores de la primera década del XX no podía faltar Máximo Ramos, el gran ilustrador ferrolano, sobre todo conocido por sus grabados y dibujos que muestra su faceta más desconocida con tres lienzos, un acorazado francés muy en la línea de los pintores del mar del siglo XIX que tanto se divulgaron en los hogares ferrolanos de la Armada, un delicioso apunte de una pareja de labradores y un de nuevo atípico y muy romántico bodegón floral con libro que es el elegido para el cartel de la exposición y que presenta la curiosidad de que pueden leerse los versos escritos al haber sido pintado como regalo a una dama de la época.
 Bello Piñeiro está muy bien representado con varios de los paisajes que tanto le caracterizan, dos de ellos nocturnos y uno de sus habituales paisajes campestres entre los que destacamos la visión nocturna de su aldea natal con un singular juego cromático de negros y luces de gran efectismo. Pero quizás lo más singular de la selección del pintor del Seijo en la colección Armenio´s es un pequeño lienzo paisajístico enmarcado con una orla de abstraizada decoración vegetal muy influído por el modernismo cuyas grandes similitudes con el programa decorativo del Casino ferrolano podrían apuntar claramente a que hubiera formado parte de los bocetos del mismo.
El mágico Imeldo Corral presenta cuatro de sus bellas y románticas marinas, y también un curioso lienzo de gran tamaño con el inusual protagonismo de una inquietante masa montañosa que desconcierta por la negrura de su paleta. Pero el cuadro más interesante de Corral en esta colección es su autorretrato, en el que posa con el atuendo romántico que tanto le caracterizó y el único catalogado del pintor hasta la fecha.
Adentrándonos con los pintores que desarrollan su trayectoria fundamentalmente en las medianías del siglo XX hay que recordar que Ferrol en los 50 y 60 fue de una efervescencia cultural sin precedentes, con continuas exposiciones, numerosas críticas artísticas y presentaciones en la ciudad de artistas foráneos que querían hacerse un nombre en la ciudad. Esta colección es muestra ineludible de la clara apuesta por la figuración y el cultivo del género paisajístico de estos artistas ferrolanos que les distingue de pintores de otras ciudades que habían apostado por seguir unas vanguardias supuestamente modernas, pero que ciertamente ya pasaban el siglo de antigüedad.
 En esa efervescencia se formaron pintores hoy muy reconocidos que siguieron la estela de los paisajistas gallegos como Carmelo, de un lirismo apabullante, y también el gran desconocido para el gran público, el paisajista Vilela, pintor que cuando su obra se estudie en profundidad alcanzará el sitio que merece dentro de los grandes paisajistas de la pintura gallega, y cuya aportación principal al género es la vigorosa constructividad de su pincelada empastada. Esta colección nos acerca dos lienzos de Vilela de gran formato, muy inusuales en un pintor cuya clientela de clase media siempre demandó formatos domésticos.
El expresionismo ferrolano está representado por tres lienzos de la figura cada vez más estimado en la ciudad: Segura Torrella con un paisaje de El Barquero y dos composiciones arriesgadas que provocan, como cuadros expresionistas que son, una inquieta desazón del espectador con su característica fuerza colorística y el impacto de una figuración poco convencional. Sin embargo, el lienzo más interesante de Segura es un maravillosos autorretrato juvenil de fuerza lorquiana, tal vez ya expresionista, pero emparentado con el expresionismo español de Gutiérrez Solana.
Dentro de los grandes y cabalgando entre los siglos aparece el incombustible Collado con un característico gran lienzo de sus ultimas épocas para algunos anquilosado en un decorativismo emparentado en exceso con la ilustración de libros, pero que siempre cautiva al espectador por lo impactante de su extraordinario dibujo, la sutil gama cromática empleada y el equilibrado estudio compositivo de sus volúmenes que conforman lienzos de absoluta poesía.
 En esta selección de grandes pintores ferrolanos son todos los que están, pero no están todos los que son, detectándose dos ausencias importantes: la obra del posimpresionista eumés pero de trayectoria ferrolana Abelardo Miguel y sus identitarios cuadros de marineros y el mejor pintor fauvista ferrolano del último siglo que trabaja en la sombra pero con más de medio siglo de pintura a sus espaldas, el independiente Juan Galdo.
 En la segunda sala también detectamos algunas ausencias como Luis Jaime, Adriano Paz, y Amador pero aparecen interesantes figuras que jalonaron la pintura ferrolana del último tercio del XX como el recientemente fallecido Laureano Quessada con un lienzo onírico y muy mediterráneo, Yáñez con un florero de grácil ejecución, Antolín con un hermosos paisaje en verdes, Da Silva uno de los más admirados en la sala, Fernández López con dos grandes lienzos entre los que destacamos el hermoso “Corredoira”, Alfonso Crespo con una composición naif de mariscadoras, Iglesias no con los habituales oleajes a los que tiene acostumbrado al público ferrolano, sino con un paisaje campestre, el gran teórico de la pintura ferrolana Leyra con un gran lienzo de una ría, Carlos Villaamil con un gran retrato de aldeana, y destacamos especialmente a Sergio Vázquez representado por un gran bodegón, el personal lienzo de Tomás Barros, la interesante composición de Castro Estévez y la bella pareja de marinas de grandes horizontes de Vázquez Doce.
 Es una oportunidad única que ningún amante del arte o de nuestra ciudad debería dejar de visitar. No pueden perdérsela.

María Fidalgo Casares
Doctora en Historia del Arte