Javier Garaizábal Fontela, textos críticos
Javier Garaizábal Fontela
El Punto de las Artes, 17/03/2000
Dos años hace desde la última individual que Javier Garaizábal (Ferrol) protagonizó en la galería Xeito de Madrid. Por aquel entonces, flores y macetas, balconadas y una particular iluminación del sol, mantenían unas mismas constantes abrazadas en torno a un personal sentido del color siempre sosegado. En esta muestra, que desde el pasado dia 11 presenta en el mismo foro, descubrimos un artista que ha sabido y querido disponer de su capacidad para alentar situaciones más allá de lo que era algo casi inquebrantable en su quehacer. Ha repartido su pintura y sentimiento hacia otros lugares, abriendo posibilidades.
De este modo, Garaizábal, ha amasado recuerdos y fórmulas que han derivado en un conjunto de obras que, sin abandonar ese sentido intimista que siempre ha mantenido su obra, se entrega a la diversidad, a un panorama más amplio donde poner de relieve esquemas composotivos y lumínicos armoniosamente conjugados con la frescura de una impronta libre y construida cautelosamente, pero tambien sensiblemente más dinámica.
De esta forma, resulta coherente que Garaizábal nos invite a través de su pintura, que aquí son óleos y agudísima obra sobre papel, a transpasar hacia el interior; que nos enseñe que existe al otro lado de aquellas balconadas plenas de luz y suave color. La alacena, los vasos y flores, la blancura y esquisitez de lozas y porcelanas concluidas con el contrapunto del justo devaneo del pincel sobre la tela. Y por otro lado, que manifieste una particular querencia a presentar de forma exenta y casi estatuaria, flores y jarrones como ejercicio pictórico. Y es que ya no son estas flores aquellas que fueron apaciguadas, sino destellos de luz perfumada en su quehacer repartido por el lienzo buscando los contrastes. Y lo que es más determinante de esta etapa: el volumen y la corporeidad que su obra ha alcanzado, restando efectos cromáticos; ahondando en los pálidos ocres y blancos que modelan volúmenes y sacan hacia el exterior motivos y reflejos puliendo las aristas de los contornos con tacto plúmbeo y resbaladizo, alegre, siempre alegre pero sereno.
Dos años hace desde la última individual que Javier Garaizábal (Ferrol) protagonizó en la galería Xeito de Madrid. Por aquel entonces, flores y macetas, balconadas y una particular iluminación del sol, mantenían unas mismas constantes abrazadas en torno a un personal sentido del color siempre sosegado. En esta muestra, que desde el pasado dia 11 presenta en el mismo foro, descubrimos un artista que ha sabido y querido disponer de su capacidad para alentar situaciones más allá de lo que era algo casi inquebrantable en su quehacer. Ha repartido su pintura y sentimiento hacia otros lugares, abriendo posibilidades.
De este modo, Garaizábal, ha amasado recuerdos y fórmulas que han derivado en un conjunto de obras que, sin abandonar ese sentido intimista que siempre ha mantenido su obra, se entrega a la diversidad, a un panorama más amplio donde poner de relieve esquemas composotivos y lumínicos armoniosamente conjugados con la frescura de una impronta libre y construida cautelosamente, pero tambien sensiblemente más dinámica.
De esta forma, resulta coherente que Garaizábal nos invite a través de su pintura, que aquí son óleos y agudísima obra sobre papel, a transpasar hacia el interior; que nos enseñe que existe al otro lado de aquellas balconadas plenas de luz y suave color. La alacena, los vasos y flores, la blancura y esquisitez de lozas y porcelanas concluidas con el contrapunto del justo devaneo del pincel sobre la tela. Y por otro lado, que manifieste una particular querencia a presentar de forma exenta y casi estatuaria, flores y jarrones como ejercicio pictórico. Y es que ya no son estas flores aquellas que fueron apaciguadas, sino destellos de luz perfumada en su quehacer repartido por el lienzo buscando los contrastes. Y lo que es más determinante de esta etapa: el volumen y la corporeidad que su obra ha alcanzado, restando efectos cromáticos; ahondando en los pálidos ocres y blancos que modelan volúmenes y sacan hacia el exterior motivos y reflejos puliendo las aristas de los contornos con tacto plúmbeo y resbaladizo, alegre, siempre alegre pero sereno.
El Punto de las Artes